Brotherly Love - Capítulo 2

La cena fue incómoda. Kei no quería a la pareja de su padre como tampoco deseaba socializar con su hermano. Daiki comía lentamente debido al silencio en medio de la cena, teniendo presente que estaba sentado al lado del chico que obviamente no le aceptaba. La madre del chico sabía que no le agradaba al hijo de su futuro esposo, por lo que hacía lo posible para no incomodarlo, pero notaba que el chico no tenía interés por su único hijo que parecía indiferente a la situación. El padre de ambos estaba en su mundo, no tomando en cuenta el comportamiento de Kei, ya que seguía siendo igual que siempre. Daiki siempre era callado, por lo que tampoco le llamó la atención de su silencio. Feliz porque ahora su nueva familia comenzaba a convivir junta, solo esperaba que pronto sus hijos se hicieran amigos, cosa que para ambos estaba lejos de suceder.

Cuando la comida se acabó Kei sintió la gran necesidad de volver a su habitación.

-Ah, Kei, hay postre, si quieres... -el hijo mayor le miró incómodo, desviando la vista hasta su padre que le miró sereno, después a su hermano que ni atención le tomaba, para volver a mirarla a ella.

-No Hotaru, gracias -dejó las cosas en la cocina y se fue a su habitación, no sin antes escuchar una queja por parte del menor.

-¿De qué es? -preguntó a su madre que le miró sin querer responderle.

-Flan de chocolate -rió divertida.

-Pero mamá -en tono de queja el chico se cruzó de brazos, haciendo un puchero que hizo reír a ambos mayores.

-Lo siento hijo, es que pensé en algo que le agradara a Kei -escuchar eso le hizo sentirse culpable, pero no comería. No estaba de ánimos, además de no sentirse parte de esa familia que sonreía sin su presencia.

Pasó lo que quedó de la noche encerrado en su habitación, haciendo nada realmente, solo tirado en la cama boca arriba, mirando el techo como si tuviera algún atractivo. No creía poder acostumbrarse a esa familia. Quizás extrañaba un poco la suya, pero lejos de sentirse triste, estaba molesto. Fue una noche larga y llena de pensamientos y para cuando salió el sol no había dormido mucho.

Sin ánimos salió de la cama, hoy si terminaría de desempacar.

La puerta de su habitación se abrió, dejando entrar a su padre que se cargó en el marco de la puerta mientras le miraba.

-¿No hablarás con él? -sabía que pronto diría eso.

-No tengo de qué hablarle –removiendo sus cabellos, caminó en pijama hasta su escritorio, donde tenía un vasito con su cepillo y pasta de dientes.

-Vamos Kei, siempre has sido bueno en temas de conversación, no te hará daño hablar un poco con él –tenía razón, pero no quería- Daiki está abajo, le ayuda a Hotaru con el desayuno. Podrían salir juntos o jugar, no sé –esperanzado miró el rostro de su hijo.

-Está bien –más que nada, lo dijo para que lo dejara tranquilo.

Y dejando a su padre con una sonrisa en la cara, salió de su habitación para encerrarse en el baño.

-¿Y qué se supone que le diré? –Se preguntó mirándose al espejo- ¿Ey hermano, quieres jugar video juegos? –haciendo ridículos gesto frente al espejo mientras sonreía se dio cuenta de lo patético que sería decirle eso- No Kei, eres un completo idiota, como si fueras a acercarte así como así a tu… como sea. Será mejor que hoy consigas una cita –guiñándose un ojo coqueteó con él mismo- pero… -haciendo un sonido con la boca, posó una de sus manos en su mentón- ¿Qué no era gordo? De seguro… -el golpeteo en la puerta lo sobresaltó, pero en silencio se quedó hasta que volvieron a golpear- ¡ya salgo! –avisó. Lavó sus dientes, su cara y dándose unas palmadas suaves en las mejillas abrió la puerta, pero no había nadie ¿habrá sido él?.

Se vistió, arregló y tomó su celular para llamar a la primera persona de su agenda. Pero aunque lo deseara y tuviera muchos ánimos de no estar en casa, para su desgracia su llamada nunca fue contestada, y resignándose a pasar un día en “familia” bajó para tomar desayuno, sin ninguna idea de lo que podría hacer con su medio hermano.

-Buenos días –saludó a su padre y mujer, recibiendo un agradable buenos días de parte de ambos que muy acaramelados preparaban el desayuno juntos, creando una incómoda situación para el pelinegro que intentaba por todos los medios mirar y no escuchar.

-Buenos días hijo –los tres presenten miraron al que recién iba entrando, pero Kei le miró por segundos, aún estaba la idea de que su medio hermano le haya escuchado hablar solo en el baño y justamente hablando de él y su no gordura.

-Ahh… Buenos días... Me invitaron al cine –anunció con una expresión relajada, tomando una tostada de las que estaban frente a Kei- tampoco me esperen para almorzar, llegaré tarde. –y como si todos sus problemas se solucionaran evitó el tener que sonreír. Hoy no pasaría ese día en Familia como él tanto quería evitar.

-¿Cómo? ¿No pasaremos el día en familia? –en ese instante los ojos del pelicastaño se desviaron a los de su hermano por unos segundos.

-No, me invitaron al cine así que estaré todo el día afuera –respondió el chico ignorando a Kei que a su lado estaba sentando mientras él tomaba otra tostada.

-Lo siento Ma’ prometo que a la próxima pasaré el día con ustedes, pero Yuyan me invitó y no pude decir que no –ambos adultos sonrieron, haciendo con ellos que la pregunta en la cabeza del hermano mayor se creara “¿Quién es Yuyan? ¿Su novia?”

Y las palabras en familia continuaron en aquel desayuno, y su presencia parecía tan extinguida bajo esas risas que se sintió tan miserable, pero dio gracias a que esa falsa familia se acabara a penas se pusiera de pie después del desayuno, junto con eso, no ver a su medio hermano en todo el día.

Después de la ida de su medio hermano, la paz llegó a sus oídos al escuchar a su padre anunciar que saldría con la mujer a la que pronto tendría que llamar madre, quedándose completamente solo en casa y terminando de desempacar, disfrutando de esa soledad que se veía lamentable para alguien de su edad, pero que para él era tan agradable, porque ya no tendría que verlos en horas, ver a esa familia que destruyó la suya.

***

Entró a la casa que casi en silencio se encontraba.

-Ma’, papá ya llegué -pero no hubo respuesta. Extrañado se adentró a la cocina que era el único lugar en donde se podía escuchar ruido- ¿mamá? -preguntó, pero el cuerpo que le daba la espalda por estar preparando algo no era más que su hermano.

-La comida está lista -Daiki no dijo nada, solo le miró y subió hasta su habitación, dejó sus cosas, cambió de ropa y bajó para comer.

Desde que había llegado que no hubo minuto en que se quedara solo con él, por ese motivo y porque Inoo mayormente intentaba ignorarlo, fue que la hora de la cena fue profundamente silenciosa, incomoda y solo el sonar de la comida siendo masticada era lo que más se podía escuchar.

Sin detenerse a mirar si Kei ya había terminado de comer se puso de pie.

-Gracias por la comida -y tomó la losa que ocupó, apilando los pocillos para lavarlos.

-Espera -y antes de que se alejara de la mesa, Kei ya había vuelto de la nevera, con un postre por demás llamativo, y que podría verse delicioso para Daiki si no fuera por un gran motivo que no diría.

-Gracias -su madre siempre le enseñó a ser una persona agradecida, y por eso se rehusó a rechazar lo que tenía sobre la mesa, frente a sus ojos y a punto de sacar la primera pequeña porción con la cucharilla.

Bueno, haría el primer esfuerzo por el de su hermano, aunque fuera un inmaduro que no aceptaba su existencia, no menospreciaría el postre que había preparado.

Dando el primer bocado, esforzándose por no arrugar el entrecejo por el mal gusto saboreó y saboreó, casi como un masoquista, sólo para dar una opinión, ya que Inoo le miraba con contemplación. Pero había algo más, no lograba descubrir que era pero estaba seguro de que lo había. Miró la superficie con desconfianza.

-¿Qué es eso? -no muy seguro, pero casi sabiendo la respuesta miró a su hermano por dos segundos para volver a mirar el postre.

-Nueces -vio la mueca de desagrado en el rostro del menor y se disgustó- Si no te gusta entonces no lo comas -estuvo a centímetros de quitarle el platillo cuando Daiki, siendo más rápido, lo tomó acercándolo a su cuerpo.

-No dije que no me gustara -con mucho más esfuerzo y algo de asco, terminó de comerse el flan de nueces- Gracias... -se puso de pie. Kei no le tomó atención, hasta que escuchaba como se iba.

-Ey, tienes que lavar lo que ocupaste -dijo irritado.

-Dé—déjalo ahí, lo lavaré... después -eso lo dejaba más tranquilo. Ahora con mucha más paz terminó de comer el dulce. Feliz de estar sin la perturbante presencia de Daiki.

Subió al segundo piso casi corriendo. El asco en la garganta junto con otro problema le causaban unas enormes nauseas. El pestillo fue asegurado, sus rodillas tocando el frío suelo, con una de sus manos en su estómago y la otra apoyándose en el retrete. Aunque no quisiera vomitar lo haría de todas formas, metería sus dedos a su boca si era necesario, necesitaba votar todo, aunque eso incluyera la comida.

-Rayos...

Cuando ya había comenzado a vomitar bilis se puso de pie, mirando sus ojos en el espejo. Lavó su boca, enjuagándola bien, cepillándose los dientes y terminar mojándose la cara. Esa había sido su peor cena en muchos años. En definitiva para la próxima diría que no podía comer más. Los postres de Kei si podían ser un veneno.

-Maldición, me siento peor -se sujetó de la pared, quitando el seguro de la puerta para salir- estoy mareado... -a paso lento llegó a su habitación, buscando unas pastillas en su velador tragándose tres, sintiendo esa sensación seca y la picazón en su garganta. Y tumbándose en la cama intentó dormir.

No encontraba lógica para lo que había escuchado. Terminó de cerrar la puerta de su habitación después de espiar a su hermano cuando este se encerraba en el propio. Era obvio que había vomitado, ¿tan mala era su comida? O es que... y entonces lo pensó mejor. Al parecer Daiki había logrado ser así de delgado porque era bulímico. Era la única razón para su acción y el por qué había comido tan rápido.

Sonrió de medio lado, ese chico era tan falso como su madre. Y le daría muchos postres si era necesario.

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