Ya había perdido la cuenta de todos los intentos que hizo para hablar con Ryutaro. Por más que le siguiera y por más que le llamara, éste ni siquiera se tomaba la molestia de voltear a mirarle. Ningún gesto, ninguna palabra. Nada. No obtenía ninguna respuesta de su parte.
El asunto de Inoo Yuri no avanzó. El chico no se le acercó ni mucho menos le habló, solo tuvo la oportunidad de cruzar miradas con él en dos ocasiones, en las cuales le observó con evidente molestia. En otra solo le observó desde lejos mientras seguía a Ryutaro, con quién sí mantenía una conversación. Fue entonces cuando pensó en mirarle bien, notando que el chico le seguía a donde fuera, y seguramente cada que no se encontraba alrededor de Ryutaro era porque tenía otras cosas que hacer.
Un día le descubrió escondido tras los arbustos, mirando a Ryutaro de una manera extraña, tanto que le dio escalofríos. Veía claramente cómo paseaba su lengua alrededor de sus labios al imaginar lo que sería probar la boca achocolatada de Ryutaro, cuando el dulce trozo permanecía mucho rato siendo sostenido por sus labios antes de comerlo, dejándolos manchados.