Dedicado a Pamela y Paoki.
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A pesar de ser un caminar silencioso a oídos humanos, él podía escucharlo. Aquel sonido era como pisadas fuertes.

¿Cuánto había pasado? Tal vez 6 años. Para Kei los años no importaban, pero para los humanos sí, y su hermano se lo recordaba cada año al celebrar el cumpleaños de aquella criatura de sangre caliente, que aunque durmiera 10 habitaciones alejadas de la suya, podía oler su aroma, escuchar su respirar e incluso el movimiento que hacía al dormir.

Su presencia no había dejado de ser perturbadora, menos si aquel chico de ahora 7 años le miraba de manera tan curiosa, incluso a veces le llamaba, pero Kei no hacía más que ignorarle.

-Kei –el niño sostenía una pelota entre sus brazos, asomándose por aquella puerta que rechinó al momento de moverla, pero al niño poco le importaba- ¿Juegas conmigo? –preguntó tímido, abrazando su pelota y sin pasar del límite de la puerta, pues ya había sido advertido una vez y Yuya había dicho muchas veces que obedeciera a su hermano.



-Ahora no, Daiki –respondió sin mirarle, entonces el pequeño formó un puchero en sus pequeños labios, quedándose de pie en el mismo lugar.

Era difícil tratar con él y eso fastidiaba al vampiro, pero el niño ya le conocía, sabía que si insistía sin usar las palabras Kei estaría ahí para él, por lo que solo esperó a que cambiara de opinión, sin dejar de ver ese entrecejo fruncido porque el pelinegro sabía de sus intenciones. Ya una vez le tuvo horas mirándole con planes de insistir en que jugara con él, terminando con el pequeño dormido fuera de la biblioteca.

Años viviendo con el humano al cual no podía beber su sangre tal vez le habían hecho débil. Pero no desistió de su respuesta, quedándose acostado donde mismo, en aquel Sofá Real y dejar que las horas pasaran como una eternidad, y es que cuando el pequeño persistía en estar a su lado no podía evitar estar pendiente de cada movimiento, y era cuando el reloj del lugar, en cual nunca tomaba importancia, comenzaba a escucharse fuertemente dentro de su cabeza, el segundero haciéndole pesar el tiempo que llevaba ahí.

Pasaron horas. Escuchó a Daiki jugar con la pelota mientras esperaba un “sí” de su parte. La pelota cayó rodando de sus brazos y su pequeño cuerpo comenzó a deslizarse lentamente hacia un costado, cuando sus párpados pesaron los suficiente como para esconder sus ojos tras ellos, y Kei lo sintió, y en un instante estuvo frente a él, sujetando su cuerpo con aquella mano que parecía grande cuando sujetó el cuello del menor antes de que cayera al piso. Le mantuvo así, mirando su cuello descubierto a su merced por la posición en que se mantenía.

Su propia saliva se calentó al raspar su garganta cuando la tragó. El deseo por beber esa sangre que sentía pasar por ese cuerpo a pesar de no tocarla directamente le hacía perder el control de sí mismo y es por eso que odiaba tocarle, pero cuando sintió que caía, su cuerpo reaccionó por sí solo, dándose cuenta de lo había hecho cuando ya le tenía sujeto.

Suspiró y desvió la mirada para intentar controlarse, frunciendo el entrecejo. Su expresión se tornó más oscura.

-Kei… -el pequeño abrió los ojos y sonrió felizmente entre el sueño.

Afuera ya estaba oscuro. No tenía idea del porqué aquel humano tenía tanto apego hacia él.
Le vio acercar la mano y la causa de que Daiki tuviese unos brazos tan cortos le impidió que alcanzara a tocar su rostro. Entonces volvió a cerrar los ojos, dejando caer esa mano pero no hubo golpe, ya que el vampiro la tomó con cuidado antes de tomarle en brazos y caminar silenciosamente a la habitación del niño.

La ausencia de su hermano le causaba gran problema, ya que ni su madre aceptaba el hecho de la existencia de Daiki, pero bien sabían todos que si sufría algún daño, nadie saldría ileso.


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Era más de media noche, se escuchaban los aullidos de los lobos no muy lejos de la casa, tal vez el olor a sangre les alertaba, o más bien de aquella criatura inhumana que andaba por los alrededores.

Sabía que Daiki no dormía si Yuya se ausentaba. Todas aquellas noches en que el rubio no estaba, el niño se colaba en la cama del pelinegro, mientras este sentado frente al ventanal de su habitación miraba hacia el exterior. Intentaba ignorarle a pesar de saber que estaba ahí y de que el niño hacía el suficiente ruido para llamar su atención.

-Ve a tu habitación –demandó con voz ronca.
-No podemos dormir –el pequeño yacía de rodillas sobre la cama, sosteniendo un osito de peluche mientras le abrazaba– ¿Nos lees un cuento?
-No –el niño frunció los labios, pero sonrió cuando el mayor se levantó de su sillón.

Movió sus pequeñas manos y pies para correr las sábanas y meterse entre ellas. Kei se sentó a su lado, manteniendo siempre una distancia.

-¿Nos das un beso de buenas noches? –pidió inocentemente ya que aquello Yuya siempre lo hacía.
-Es hora de dormir –tan solo dijo y acomodó las sábanas para cubrirle bien.
-Pero no podremos dormir –insistió.

El riesgo de tocarle era grande, pero con el pasar del tiempo aprendía a controlarse. Ese dulce aroma persistía.
Besó la frente del peluche con frialdad, con sus profundos ojos sin sentimientos, mientras que al pequeño le apartó el cabello de la frente en una suave caricia, mirando detenidamente esas largas pestañas moverse junto con los párpados cuando escondieron aquellos ojos castaños. Sus labios tocaron la tibia piel del niño y sintió sus propios dientes rechinar de la ansiedad por la sed, pero el niño sonrió.

-Buenas noches, Kei –fue lo último que se escuchó. No esperó respuesta del mayor, porque no tardó en dormirse y también este nunca respondía de vuelta.

Noches como esa eran oscuras e intranquilas. No saldría de ahí hasta que la respiración del niño se tornara serena, asegurándole que estaba profundamente dormido. Ahogaría toda esa perturbación con sangre cuando encontrara a quien succionársela, y sabría que no sería suficiente, por lo que iría por otra víctima hasta que su cuerpo se calentase, imaginando en cada mordida que aquel cuello entre sus colmillos era el de aquel niño, sobre su propia cama a la que no se atrevía oler, no cuando el aroma de Daiki ya estaba impregnado en él.

FIN

3 comentarios:

Satommy dijo...

Lo acabo de terminar de leer X'D
Es extremadamente perturbador pero excitante...
Me encanta la sensación que da al leerlo al pensar cómo Inoo vivo en esa constante tensión
a causa de vivir soportando no causarle daño a Daiki, queriendo morderlo pero absteniéndose...
Cuidándolo sin querer hacerlo y luego, pagando aquella ansiedad con víctimas que no
tienen nada que ver pero que logran calmar esa agonía que tiene Inoo por comerlo[?]
Aunque me da curiosidad~~ lo de Yuya... y quien es Daiki X'DD
Está genial Q_Q

Paoo Inoue dijo...

QUE_?!! No puede ser el fin! ♥~

Cada que leo como Kei ignora a Daiki, como Daiki es un niñito todo bebé bonito ♥~ o como Daiki está fascinado por Kei, me da una emoción tan terrible que pienso que soy un pedófila xD aunque aun no entiendo que tiene que ver Yuya, o sea recuerdo que Daiki y Kei eran sobrino y tío respectivamente, porque Yuya es papá de Daiki, no? *^* por favor no lo dejes asi ♥~♥~♥~♥~♥~♥~♥~♥~♥~ POR FIS :3

~AlejandraPark~ dijo...

asdasdasd porqueee no lo hiciste takachii!!!! WHYY?!!
jajaja esta buenisima la idea, quiero maaaaaaaaaaaas! Te extrañaba :')
¬¬actualizadoo ♥

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