Consecuencias del pasado

Año 2004 Región Kantö
Prefectura de Kanagawa, Yokohama

A pesar de tener 9 años lo entendía, no completamente pero entendía lo que aquella mujer, que no podía ser llamada madre, estaba haciendo. Era todos los días, a cada momento y siempre una tortura. No fue hasta hace un par de años que se dio cuenta con tan su corta edad, que esa mujer no lo quería.

Los gemidos aturdieron su mente cuando tomaba una piedra con forma ovalada aparentando, con su imaginación inocente, un auto, de aquellos que veía pasar por las calles a través de la ventana que no era más que su pieza, misma que compartía con su madre.

Ya no era capaz de sonreír, no cuando lo hizo tantas veces recibiendo a cambio golpes por parte de la mujer que en esos momentos no dejaba de gemir como una verdadera perra sobre la cama, encima del hombre que momentos antes había llegado, mirándole con desprecio y burla. No era la primera vez que lo veía, sabía su nombre y lo que hacía. Era un policía y cada que podía y quería, le apuntaba con su arma, a pesar de que el pequeño no entendió la primera vez que no era un juguete, no hasta el día en que tuvo una discusión con su madre, la ramera que siempre frecuentaba y había disparado contra el piso para asustarla. El hombre estaba drogado igual que ella. Siempre era lo mismo, y desde ese día comprendió que lo que salía de aquel juguete real podía atravesar un cuerpo, como lo había hecho con el piso de madera.

Las discusiones de ambos mayores llegaron a los extremos en donde el hombre para no seguir golpeando a la mujer se descargaba con el pequeño, tomándolo de un brazo para lanzarlo contra el piso. Siempre se quejaba del dolor, lloraba y hasta gritaba, pero nunca se detenía, no hasta por lo menos ver que no se podía poner de pie. Su madre no le defendía, hasta esta hacía lo mismo cuando se enojaba, con la diferencia de que jalaba su corto cabello mientras le gritaba lo mucho que odiaba su existencia.
Muchas veces lo drogó, junto con otros hombres que frecuentaban su hogar, si es que se le podía llamar así a esa repugnante casa en donde vivían solo putas y debía convivir con ellas. Sus manos eran fuertemente sujetas para facilitarles la tarea, obligándole a abrir la boca cuando el tipo ejercía la fuerza suficiente para dejarle marcado los dedos en sus mejillas, introduciendo la pastilla en su boca para que la tragara. Las alucinaciones no tardaban en comenzar, junto al alza de la temperatura de su cuerpo, torturándole. Pero por suerte o porque el tipo hoy estaba realmente caliente, es que había olvidado injerirle drogas.

-¡Maldito mocoso quédate en donde estabas! –la voz del hombre resonó en la habitación acompañado por los insoportables gemidos de la ramera.

Sabía que le miraba, pero no se atrevía a buscar sus ojos, fue cuando se dio cuenta de lo que había a poca distancia en el piso. No tenía miedo, pero si estaba nervioso, no quería que hoy le golpearan, suficiente había tenido con el primer tipo que había llegado ese día, aunque para ellos nunca era suficiente. Agachó más la mirada sin dejar de mirar el objeto.

-¿Por qué no lo tiras a la calle? –no era la primera vez que ese hombre preguntaba eso. Sabía la respuesta, la lástima que sentía la mujer de dejarlo morir como un perro en la calle, aunque eso fuera para ella.

Entre tanta conversación, no escucharon el sonido de la madera vieja al ser pisada, nunca le tomaban mucho en cuenta así que eso era casi normal en ellos. Pero cuando la mujer dio un grito al mirar hacia atrás para ver que hacía su estúpido hijo no pasó desapercibido para el hombre, que fue el primero en recibir la bala en la frente. Histérica la mujer comenzó a gritar, pero los siguientes disparos seguidos silenciaron su boca.
Lloraba descontroladamente, las lágrimas casi bañaban por completo su rostro nervioso. La respiración descontrolada era lo único que ahora se escuchaba dentro de la habitación, sin tomar en cuenta los gemidos de las otras prostitutas en la casa, que ya acostumbradas a lo mismo no tomaron en cuenta los disparos. Y en su corta edad por primera vez comenzaba a reír como desquiciado, podía ser libre, esa mujer estaba inmóvil aun siendo penetrada por ese hombre que con ojos abiertos estaba boca arriba en la cama. La sangre dispersada en la pared por la bala que después de entrar al cráneo salió. Sus manos presas de la emoción, miedo y felicidad no dejaban de temblar, soltando el arma que cayó en seco al piso. Sentía en su pecho algo querer salir, las emociones se acumulaban, la ansiedad le nublaba la cabeza. Y sintió la necesidad de mover las piernas, correr y no detenerse, salir por primera vez de esa casa, y así lo hizo. Bajó las escaleras con torpeza, no escuchando a las mujeres que vestidas con ropas entreabiertas en las piernas y pechos, una que otra drogada o golpeada, se le acercaron.
La sonrisa marcaba su rostro, las lágrimas dejaban huellas en su piel, su cabello sucio se pegaba a su frente sudorosa, y sus ropas viejas se ensuciaron más cuando por fin dio contra el suelo de la calle, rasmillando sus manos, cosa que no tomó en cuenta, comenzaba a sentirse vivo a pesar de no tenerlo en cuenta. Sus nueve años no le respondían todo.

La tierra seca se pegó a su piel y cuando levantó la vista, podían nuevamente sus ojos brillar. Era una tarde hermosa, la primera tarde que pudo ver fuera de esa casa. Sin la emoción abandonarlo se puso de pie para correr a donde fuese lejos de ahí, porque para ese chico nada podía ser peor que vivir en un hogar lleno de drogas y maltratos.
Corrió y corrió, sin mirar atrás, sin darse cuenta que al momento en que salió de la casa unos hombres le siguieron el rastro. Y no lo supo hasta que llegó fuera de un local de juguetes, ahí si tenían cosas reales para un chico de su edad, pero la imagen de su cuerpo en el vidrio reflejó lo que nunca antes había visto.

Ojos ojerosos, labios partidos que antes al sonreír habían vuelto a abrir las heridas secas, cabello sucio, rostro con manchas. Las lágrimas habían quedado marcadas después de recorrer la suciedad que tenía su rostro. Un moretón en la comisura izquierda de su boca se notaba lo suficiente como para distinguirse entre la mugre. Era la primera vez se veía y cuando sus manos viajaron a su rostro, también se dio cuenta de esos delgados brazos heridos. Pantalones rotos y polera con agujeros que ni siquiera se había percatado que existían. No tenía más que eso, pantalón y polera rota, ni siquiera sus pies eran cubiertos por esos zapatos que las personas que transitaron cerca de él tenían. Y también se dio cuenta de la manera en que le miraban, pena, desprecio y asco, eran las mismas expresiones que tenían todos en esa casa cuando le miraban. Hijo de una prostituta, y odiado por esta misma. Abusado y golpeado por quien se le diera la gana de hacerlo. El mundo exterior era igual que el interior, no había diferencia alguna. Hasta su cuerpo comenzó a temblar pensando en que una de esas personas se le acercaría para maltratarlo, y quiso correr, pero el fuerte agarre de un hombre completamente cubierto por el color negro se lo impidieron, su delgado, pequeño y débil cuerpo forcejearon por el miedo que ahora volvía a dispersarse por su cuerpo, pero esas simples palabras guardaron algo de felicidad entre todo el miedo.

-No temas, no te haré daño –pero al momento en que terminó de guardarlas en su memoria volvió a desesperarse, eran exactamente las mismas palabras que uno de los hombres que fornicaba con su madre le dijo una tarde.

No habló, no pidió que le soltaran, temía hablar, siempre se lo habían prohibido. Emitió sonidos con la boca pero nada entendible para las personas. Su cuerpo fue tomado con fuerza mientras era introducido a un auto. Golpeó los vidrios, golpeó al tipo que se situó a su lado pero todo era inútil.

-Sédalo o no se quedará quieto –fue lo que escuchó. Un tipo que sentado en medio del otro asiento se mantenía en una posición relajada. Una mirada severa y vestido en todos puros- hablaremos de tu futuro cuando despiertes –le dijo sonriendo cuando la aguja se introducía en su piel, no se había percatado de la jeringa por mirar el tipo de complexión madura, un adulto de unos 40 años, del cual no volvió a perderle la vista hasta que sus ojos, contra su voluntad, se cerraron. El recuerdo de una aguja volver a entrar a su piel atormentó su sueño, como una alucinación en que volvía la figura de su madre frente a él y se le acercaba furiosa para golpearlo, pero una voz tras ella le apaciguaban, el hombre que antes vio estaba sentado sobre la cama justo detrás de su madre que le gritaba furiosa.

“Sólo es un sueño, no te volverá a hacer daño, ya nadie lo hará pequeño Ryutaro”


Sus palabras dejaron de fluir y los años pasaron, con ello endureciendo su rostro. Sus ojos ya no brillaban, sus labios no se curvaban en sonrisa y ni tiritaban en llanto o miedo, el sentimiento de odio se acumulaba en el día a día. El motivo para seguir viviendo se había desvanecido el mismo día en que abrió los ojos a los 9 años. La paz ya no existía y si por momentos llegaba a tenerla era cuando su compañero de cuarto no estaba cerca suyo, o cuando la bala de su arma se incrustaba en la frente de sus víctimas, víctimas que aborrecía y le hacían recordar el pasado, aunque las drogas a veces en sus tiempos libres eran lo que lo llevaban a un escape momentáneo.
No mataría sin un propósito, sin un motivo por el cual aquella persona tuviera que ser castigada, pero mataría a todo aquel que le ordenasen asesinar, fuera mujer u hombre, fuera una prostituta o un policía. No tendría compasión con nadie que estuviera dentro de la categoría corruptor, aberración y pedofilia.

-Arioch –pronunció con indiferencia cuando leyó el nombre de aquella carta coleccionable, para luego sonreír pensando en que no había sido un mal atributo a su persona.

Ya era un chico de 16 años de edad, y esos siete años que vivió sin una prostituta a su lado, los guardaba como sus más felices momentos.

Ya era hora de irse, su compañero lo esperaba y prefería no causar problemas, porque si de una disputa se tratara, no creía posible soportarlo mucho teniendo a un estúpido sádico como compañero. Tomó su maleta y tiró la carta a la cama, dándole una última mirada a aquella imagen de una sombra detrás de una mujer.

Arioch: Demonio de la venganza, vengativo cuando es contratado para hacerlo.


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6 comentarios:

Unknown dijo...

describiré lo que siento en una sola palabra:

Continúalo.

AmiS dijo...

OMG!!! mi ryuu de maton!! O_O interesante!!!
continuacion plis!

Paoo Inoue dijo...

yuuu te adorrooo ~ lo pusiste asdfddad dios ryutaro te amoo y que significa arioch? daa me explicas luegoo OMFGG!! XD fue woooww me encanto a Paoo le encantoo *3* ryu es mas antojable cuando mata XD

Uebo♥ dijo...

OMG! Estás cosas enfermisas me encantan. Es como que cuanto más enfermiso más me gusta.
Me recuerda a que tengo que seguir un serial que tengo, el cual es Akame pero... parece ser que los JUMP invadieron y terminó siendo un Akame + HSJ (algo extrañisimo) y tiene una tematica enfermisa también XD Espero terminarlo algún día XD
En cuanto a esto... me dejó >.< Quiero seguir leyendo, quiero saber si es la pareja que pienso (si es que hay pareja), y si es esa te voy a amar XDDDD
Gracias por firmarme ese YabuTaro tan feo que escribí XDDD

Paula dijo...

continuacion por favorrrr!!!
es MUY interesante O:

Didi dijo...

realmente adictivo, continualo

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