Se veía claramente y de una forma exagerada, como el té salía por los bordes de la taza cuando Kei y Ryosuke intentaban calmar sus nervios con demasiada azúcar. Kei se veía más tranquilo, a diferencia de Ryosuke que se veía más aturdido y que no dejaba de mirar a Daiki, que era el único que se rehusaba a cambiar su nueva forma.
Keito había desaparecido, Hikaru tampoco fue a buscarlo, ni Yuri ni los demás, prefiriendo dejarlo solo, más Yuri cuando se percató del por qué Keito decidió irse, pues Hikaru parecía estar en una dimensión desconocida, no miraba a nadie y tampoco hablaba, solo se dedicaba a mirar por la ventana pues algo extraño sentía en su pecho. Aún había pequeños rastros de la aceleración de su corazón, desde que había abierto la puerta y visto al gran tigre no dejaba de sentirse extraño y fue solo por ello que bajó, porque bien se conocía y si no fuese porque algo le inquietaba no hubiera salido de su habitación.

-¡Esto está fuera de control, dígannos ya de dónde vienen! –el fuerte golpe que su hermano dio contra la mesa le sobresaltó, dándose cuenta en la situación en que estaban. A su lado, sentado frente a la mesa se encontraba Kota, que aunque se viese interesado en aquella pregunta que Yuya hizo, parecía más preocupado por el vendaje que Ryutaro llevaba en la cabeza.

Ryosuke se veía desinteresado, pero no menos incluido en el círculo, pues sus brazos se encontraban cruzados, intentando evadir la pregunta. Yuto no dejaba de mirarle de reojo aunque sus manos temblaran, pues esperaba que dijese algo.
Yuri que intentaba tranquilizar al rubio no hacía nada más que jalarle de la camisa, pues se veía demasiado nervioso, mirando la dirección en que el lince se encontraba, pues no podía hablar.

-¡Si no hablan entonces tendrán que irse! –A pesar de que Yuya no era el mayor, parecía tomar aquella decisión por sí solo. Ninguno de los hermanos podía quejarse, pues también querían saber, pero para Kota el echarlos no era la mejor opción, pero no dijo nada, solo se escuchó aquel quejido sorprendido por parte del conejo, quien miró a Yuya entristecido y este se percató que no podría hacer una excepción con él.



Ryutaro, no estaba en posición de hablar y Kota parecía entenderlo, había cosas que no se podían decir y tal vez esta era una de ellas.

-¿No hablarán? –Yuya se veía preocupado, pues creyó que con aquella amenaza alguno diría el origen. Cuando sus ojos volvieron a toparse con los del conejo, el bajito solo retrocedió, para luego bajar la cabeza mientras mordía sus labios.
Era tan difícil decirlo.

El silencio se hizo en la cocina, haciéndose incómodo más el hecho de que Yuya parecía ser el único interesado esta vez.

-Lo sabrán, pero no ahora –Daiki apareció repentinamente, mostrando el cambio en su pelaje y la forma de sus orejas, sus ojos se veían más normales, pues sus pupilas no eran ovaladas y aquello hizo estragos en Kei, tal vez ahora su corazón no estaba acelerado del miedo, sino por la atracción que se intensificó. Aunque los anteriores ojos de Daiki le gustaban, esta forma no era desagradable, sus orejas hasta tenían un pelaje más largo en las puntas. A pesar de ahora ser un lince su cola no era tan corta como la de aquella especie. Kei no entendía nada, ¿cómo podía un gato cambiar a un lince?

Daiki notó la insistente mirada que Kei le estaba dando, volviendo a esconderse tras la pared y buscar ropa con la mirada, sintiéndose por primera vez avergonzado después de tantas veces presentarse desnudo frente a él.

-¿Entonces cuándo? –Yuya se acercó con intenciones de encarar a Daiki, pero Kei se levantó tan rápido que le adelantó el paso.

-Cuando sea necesario –habló esta vez Yuri, deteniendo el paso del rubio que le dedicó la mirada.

-¿Y ahora no lo es? –le vio negar.

-Es mejor calmarnos –Kota, quien se mantuvo en silencio se puso de pie y dejó a Ryutaro en su lugar- Yuya, yo tampoco sé lo que pasa pero creo que es mejor esperar –A Kota tal vez no le importaba esperar, pues estaba más pendiente de Ryutaro que se volvió a quejar y dejó caer la cabeza sobre la mesa muy suavemente.

Mientras la conversación en la cocina entre ambos mayores seguía, Kei asomaba una mano por la pared que le separaba de Daiki, acercándose un poco más y no pasar aquella línea de separación, notando que los hombros del más bajo se tensaron con su presencia.

-Creo, que deberías ponerte algo… -Se quitó la camisa que traía encima, quedándose solo con la polera- Puedes ponerte esto –extendió la mano con la prenda, deteniéndose al recordar algo- Lo siento, olvidé que mi aroma te––

-¡Dame eso! –sin cambiar su agresiva forma de ser, Daiki le quitó la prenda, acomodándola en su cuerpo tan rápido como le diesen los dedos cuando comenzó a meter los botones en los ojales.
Las manchas rojas no tardaron en mostrarse en la tela cuando comenzó absorber el espeso líquido. No lo había notado antes. Kei estaba tan aturdido con la nueva forma del felino que no notó aquellos rasguños sobre su piel.

-Creo que… –su voz se atoró en su garganta cuando Daiki le miró, pero no lo hizo con intenciones de callarlo, sino porque le estaba prestando atención y eso le puso nervioso– …tus brazos –torpemente Kei intentó indicarle, pero Daiki no le tomó importancia.

-No importa, pronto sanará –con aquella respuesta a Kei no le dio de otra que tomarle de la mano, Daiki no hizo nada para detenerle cuando comenzaron a caminar cuesta arriba por la escalera, solo se dedicó a mirar sus manos.

..
Hikaru salió de la cocina sin que nadie se diese cuenta, pasando frente a la escalera después que Daiki y Kei se perdieran. Caminó por un impulso indeliberado hasta pasar el marco del ventanal que daba al jardín. Su mirada solo buscaba al felino que antes le hizo temer, y aunque el miedo no se iba, caminó a un paso lento hasta llegar a la parte trasera de la casa, encontrándose con un chico desnudo que sentado sobre el pasto –bastante alto por dejarlo estar– escondía el rostro entre las piernas y brazos, oculto en la sombra de la casa al estar apegado a la pared de esta.

-No seas un bebé llorón… -fue lo que impulsivamente sus labios dejaron salir cuando notó aquel temblor y leve sonido de sollozo. Pero no fue algo que pensó decir, sólo repitió las palabras que resonaron en su cabeza sin motivo alguno.

Se acercó al híbrido mientras este le miraba con notorias lágrimas en los ojos y de una manera inquietante por aquellas palabras. Cualquiera se hubiera ofendido, pero había algo tras ello, cosas que a Keito le sorprendían. Su asombro estaba marcado en su rostro cuando Hikaru, a pesar del miedo que mostró tenerle, se sentó a su lado y de un impulso le tomó de un hombro para acercarlo.
Keito pensó en protestar y preguntar qué sucedía, pero aquello no se pudo cuando Hikaru le recostó sobre sus piernas. Sus peludas orejas blancas se agitaron suavemente cuando los dedos del humano las rozaron, enredándose luego en su cabello y crear caricias, que a pesar de sorprender a Hikaru, no se detuvo. Él no lo comprendía, sólo hacía lo que su cuerpo quería, sintiendo nostalgia.

“No había manera de calmar su llanto. El golpe contra la nieve no había sido tan fuerte, solo había quedado el rastro de esta en su ropa.


Desde un principio no estuvo de acuerdo con jugar a algo tan salvaje para su gusto, las bolas de nieve eran duras si se moldeaban demasiado, aunque la que impactó contra su frente fuese blanda no le quitó el miedo que sintió, incluso su pequeño corazón se aceleró del pánico porque no pudo escapar de ella.



-¡Ya deja de llorar! –el niño frente a él tiraba de su abrigadora gorra, intentando cubrir sus orejas tras el escandaloso llanto del otro- ¡No seas un bebé llorón! –pero eso había empeorado las cosas, pues el niño lloró mucho más fuerte, desesperando al otro que se agachó y solo le miró con expresión dolida por el fuerte ruido de sus cuerdas vocales.



No sabía qué hacer…

No dejaba de llorar y sus padres estaban bastante lejos del bosque como para hacer algo, y dejarlo ahí solo no era una buena opción ya que desde que se conocían no había dejado de pensar que el pequeño humano era torpe y de seguro se perdería.


-¡Te mostraré algo solo si dejas de llorar! –gritó con intenciones de que le escuchara, pero fue peor. Entonces lo hizo, en abrir y cerrar de ojos desapareció, asustando al niño llorón cuando abrió sus ojos después de no escucharle.



Por lo menos había dejado de llorar, pero el miedo volvió cuando frente a él estaban las ropas del otro, moviéndose. Retrocedió, mojando su propia ropa con la nieve al caer sentado, su espalda contra los pies de un árbol. El golpearse con el tronco no evitó que una rama se inclinara hasta dejar caer la nieve acumulada en sus hojas, cayendo de lleno sobre la ropa que se movía, justo cuando algo blanco como la nieve, pero con pequeñas manchas negras comenzó asomarse. Y no supo lo que era hasta que salió por completo y se sacudió, quitando la nieve que había caído sobre su cabeza.



El niño aspiró aire al tener la boca abierta del asombro, con un sonido casi parecido a un suspiro. Mientras con sus propios pies intentaba hacerse más hacia atrás, olvidando por completo que su espalda chocaba contra un tronco.

El pequeño animal lamió las almohadillas de su pata, para luego con ella frotarse sobre sus ojos, cerrándolos al hacerlo. Volvió a lamerse, pero abrió los ojos, viendo al niño llorón directamente. Se inclinó, dejando su cola en alto, listo para lanzarse sobre él de un modo juguetón, moviendo su cola suavemente.


-Ah –soltó un quejido por el miedo, moviendo rápidamente sus manos alrededor, tomando lo primero que encontró, una delgada rama. Tembloroso estiró la mano y picó el pequeño tigre, pensó que la mordería, pero solo recibió un toque con la pata. El animal volteó, quedando de espalda contra le nieve mientras intentaba tomar la rama y esta vez morderla.



Rio. Y tuvo la confianza de que aquello que tenía frente a él no le haría daño, dejándolo acercarse cuando dejó la rama a un lado, solo para dejarse caer sobre su regazo, frotando sus peludas orejas con sus dedos, a pesar de llevar guantes puestos se quitó uno, tocando directamente y sentir un poco fría las puntas del pelaje. Tembló ligeramente, pero fue por el frío que sentía ya que su ropa se había mojado. No quería levantarse, y no hizo falta cuando el tigre se apegó más, frotar la cabeza contra su pecho al subir, dándole la oportunidad de abrazarle. Era suave y comenzaba a sentir su calidez, cerrando los ojos, escuchando esos suaves ronroneos cuando el tigre exhalaba.”



Hikaru sonrió. Si aquello había sido un recuerdo de algún sueño, fue agradable.


..

Nunca había husmeado en los cajones del rubio, desde que llegó ahí su rutina diaria era despertar y saludarle con un movimiento de nariz y orejas, verle vestirse aunque sentía sus mejillas sonrojarse e intentar mirar a otro lado. Cada mañana al despertar, Yuya le dejaba a un lado ya que siempre dormía con él en brazos. Nunca estuvo la posibilidad de que fuese a caerse de la cama ya que no se movía en la noche como para botarle. Acariciaba sus orejas hasta que el conejito caía dormido.
Cuando ya era hora de partir a sus clases en la universidad se preocupaba de dejarle dentro de su pequeña jaula ya que en casa había un gato, y antes de que Daiki llegase, Yuya igual le dejaba en su jaula, ya que cuando su madre entraba a su habitación podría escaparse… eso era lo que pensaba.
Podía estar horas encerrado en esa jaula, esperando la llegada de Yuya o bien salía y cambiaba de forma para tirarse en la cama de este y chillar de felicidad, abrazando la almohada mientras hundía el rostro para respirar su aroma. Eso y mirar por la ventana el paisaje. A veces días lluviosos, otros soleados. Mirar los pétalos de cerezos volar con el viento era su panorama favorito. Abría la ventana y dejaba que estos entraran, incluso dejaba algunos dentro de su pequeña jaula. Muchas veces Yuya le miraba sorprendido al notar los pétalos, preguntando al pequeño conejo cómo habían llegado ahí, sabiendo que no recibiría más que un movimiento de nariz y orejas, esperando impaciente a que le sacara de la jaula y tomara en brazos.

Ahora todo era diferente, ahora podía salir al jardín para dejar que los pétalos cayesen sobre su cabello, reír y dar vueltas aunque terminara tirado en el piso por el mareo. Eso lo hacía cuando Yuya no estaba, pero al llegar esperaba a que le dijese algo por lo pétalos que tanto se esforzó en que no cayera de su cabeza. El primer día que hizo aquello Yuya sonrió y quitó con cuidado cada pétalo de su cabeza, acumulándolos en su otra mano, mientras era abrazado por el conejo. Era lindo, un muy lindo recuerdo.

El conejo frunció levemente el ceño por la nostalgia que le causaba aquello. Acarició su propio cabello y orejas.
Si bien Yuya se mostró preocupado cuando vio a Keito en su forma animal, aquello cambió cuando la conversación en la cocina comenzó. Muchas veces le vio molesto, incluso su pequeño cuerpo temblaba cuando el rubio gritaba, ya fuese por celular al hablar con algún amigo o a sus hermanos cuando algo le molestaba, pero nunca le vio tan molesto como hoy. Pensó que sus días en aquel lugar podrían pasar tranquilamente, por lo menos en su relación con el mayor, pero este cambiaba cada día. Ya no acariciaba sus orejas. Cuando creía que se había dormido, quitaba suavemente al conejo de sobre él, dejándole acostado a un lado antes de quedarse dormido, pero Yuri no podía dormirse si escuchaba ese acelerado palpitar.

El día en que se transformó no pudo evitarlo, los celos fueron demasiado, queriendo que escuchara su voz y solo se preocupara por él, que pensara en él y que al llegar le hablara, contándole todo lo que hizo, escuchar sus quejas referente a sus profesores o contando algo gracioso.

Sentado frente a la cómoda del rubio, abrió el último cajón, el que rara vez le veía abrir con una expresión triste. Nunca supo lo que había dentro ya que nunca lo sacaba. Dentro había papeles, pero lo que más llamó su atención fue una caja de madera, se veía desgastada. La abrió con cuidado de no romperla, ladeando la cabeza para comenzar a mirar poco a poco. Su corazón se apretó, sintiendo algo recorrer por todo su cuerpo mientras la saliva parecía atorarse en su garganta, sintiendo que no podía respirar y que sus ojos se humedecían más de lo normal y le amenazaban con derramar esas gotas salinas. Abrió la caja por completo y admiró lo que contenía, acercando un dedo para acariciar ese seco pétalo. Había más de estos alrededor, que se cayeron al secarse. Sus ganas de tomar la corona de flores hicieron que sus manos se movieran por sí solas y para cuando ya se dio cuenta de lo que hacía la tenía muy cerca de sus ojos.

-Yuri por qué–– -las palabras del rubio se detuvieron al ver al conejo, que estaba a punto de poner sobre su cabeza algo tan preciado para él, sin controlarse y acercarse tan rápido, casi corriendo y arrebatarle la corona de flores de las manos, haciendo que más pétalos cayeran al piso, estropeándola.

Yuri miró atemorizado tal reacción, bajando la mirada al ver los pétalos caer uno tras otro. Acercó una mano para tomarlos pero fue detenido.

-¡No las toques! –dejó la corona en donde estaba y se agachó para recoger lo que cayó- ¡Demonios! –se veía alterado. Estaba asustado- ¡No toques lo que no es tuyo! ¡¿Sabes cuánto cuidé de esto?! –Yuri se mordió los labios- ¡Es preciado! ¡No vuelvas hacerlo! –tal vez se hubiese quedado callado, pero las palabras del rubio hacían crecer un alivio en su pecho.

-¿Por qué? –su voz tembló al preguntar, dejando su mirada baja- ¿Quién te la dio? –ante tal pregunta todo movimiento del rubio se detuvo.

¿Quién se la había dado? Era lo que llevaba años preguntándose. La pregunta se repitió una vez más en su cabeza. No sabía qué responder.

-No necesitas saber –respondió con enfado. Le molestaba el no poder recordar, más aún el hablar de este tema.

-¿Quién? –insistió, causando estragos en el mayor.

-¿Quieres saber? Entonces primero comienza con decirme quién eres, de dónde eres y por qué estás aquí –pero ni siquiera una mirada recibió por su parte, Yuri seguía con la mirada clavada en aquel pétalo que quedó sobre su pantalón- ¡¿No lo harás?! –Yuya rio con molestia. Tiró su cabello hacia atrás en un gesto de desesperación, lamiéndose los labios y suspirar pesado mientras sonreía y veía al otro que no se movía, terminando por salir de la habitación molesto, azotando la puerta, pero no sin antes asegurarse de dejar el cajón de su cómoda cerrado.

Cuando recargó la espalda en la puerta, dejó caer la cabeza hacia atrás, dándose un leve golpe contra esta. Se había pasado los límites, pero seguía molesto, por lo que no entraría para disculparse, no hasta que se relajara.


Esa noche al volver a su habitación Yuri ya no estaba, a pesar de seguir molesto se preocupó y le buscó, encontrándole dentro del armario, sentado y cubriéndose con una de sus chaquetas mientras dormía. No era un buen lugar para dormir, pero el tomarle y acomodarle en su cama no era una opción, así que solo le dejó ahí, dejando la puerta abierta e irse a su cama a sentar. Le miró desde ahí, tan pensativo que estuvo así durante varios minutos. No se movió de su posición sino hasta que escuchó ruido en el pasillo.
Juntó la puerta del armario y se desvistió para acostarse, tirando las prendas al piso con molestia. No podía dejar de pensar en la pregunta del conejo.

Horas después, cuando Yuya ya dormía, Yuri salió del armario, mirándole de pie a un lado de la cama. Intentando no hacer ruido, buscó la flor que el día anterior Yuya había puesto en su cabello. Abrió el cajón con cuidado y luego la caja, dejando la flor a un lado de las otras que estaban secas, sin dejar de mirar aquello con tristeza, pero sonrió.

-No fue tan malo… -susurró antes de cerrar y dejar las cosas como antes- ¡Ugh! –no pudo evitar hacer un gesto de disgusto. Algo olía mal. Miró la camisa que llevaba puesta y la estiró, bajando un poco la cabeza y oler dentro. La expresión en su rostro empeoró- ¿Cuántos? –se preguntó en susurro, entonces comenzó a mover los dedos para contar los días que pasaron desde su último baño.

No hizo falta contar más y salió de la habitación, dejando la puerta entreabierta para no hacer tanto ruido. No había nadie en pie, la casa estaba a oscuras. Caminó con miedo al baño y encendió la luz rápidamente y cerró, miedoso de que algo extraño fuese aparecer, aunque lo más extraño que había era él y los otros cuatro híbridos.

Se quitó la ropa y la dejó a un lado sobre el piso.
Era agradable sentir el agua tibia caer sobre sus orejas, pero más agradable era cuando Yuya las limpiaba.



Despertó con un extraño sentimiento en el pecho. Al encender la luz se fijó en la puerta del armario abierta y en la ausencia del conejo al estar a la vista solo su ropa. Miró alrededor, incluso dentro de la jaula pero no estaba. Salió de su habitación en su búsqueda, pero se detuvo al ver luz bajo la puerta del baño. Se acercó, pero no logró escuchar nada, cruzándose de brazos y esperar un poco, pero seguía todo en silencio. Preocupado, abrió la puerta, encontrándose de lleno con los ojos del conejo, que llorosos le miraron sorprendido.
Se sintió mal consigo mismo por haber sido tan cruel, acercándose a paso lento. Yuri se resbaló, cayendo con las manos sobre la toalla al estar frotando su oreja constantemente mientras pensaba. No quería que Yuya le mirase así, intentando quitarse de la toalla para cubrir su cabeza, pero no alcanzó. Su cuerpo fue jalado desde su brazo, tal vez un gesto brusco, pero parecía que el rubio últimamente no sabía medir su fuerza, apegando el rostro del bajito contra su pecho mientras le estrechaba. Con su entrecejo fruncido en preocupación miró esas orejas que resaltaban al ser blancas.

-Perdóname, no debí gritarte –en ese momento el conejo explotó en llanto, frustrado por no poder hablar, triste por los gritos que recibió y feliz de que ahora Yuya le abrazaba, aferrándose a su cuerpo mientras seguía llorando y las caricias en su cabello mojado se repetían una tras otras, con dulces besos en una de sus orejas en modo de disculpa. Yuya sabía cómo ser lindo y de eso nunca tuvo duda. Lloró hasta agotarse, hasta que sus párpados se sintieron pesados, más cuando Yuya se las arregló para secar su cabello sin separarle de su pecho a pesar de que había quedado un poco mojado.



Al día siguiente Yuya se despertó primero, quitando a Yuri de encima con cuidado, acomodando su cabeza sobre la almohada y sonreír encantado por ese rostro durmiente. Miró hacia un lado y tomó una decisión. Sacó la caja de madera. Le contaría a Yuri la verdad, por lo menos lo que recordaba de esta, pero al abrir la caja se encontró con una flor blanca, no se comparaba en nada con las que había ya secas.

-Pero esto… -dijo al tomar la flor y mirarla de cerca, recordando que era la que había puesto sobre el cabello del menor el día anterior en el parque. Las dudas se acumulaban en su cabeza, al igual que varias preguntan que solo le llevaban a una sola respuesta, la cual dormía plácidamente sobre su cama.

Dejó la caja junto con la flor a un lado y se acercó a la cama, sentándose y mirando al conejo. Intentó despertarle.

-Yuri… -frunció los labios al llamarle de esa manera. El conejo se removió y entreabrió los ojos, mirándole somnoliento, pero eso bastó para que Yuya comenzara con su primera duda- ¿Cuál es tu verdadero nombre? –nervioso no dejó de mirarlo, pero el conejo sonrió.

-Yuri –se removió luego de responder, frotando suavemente el rostro contra la almohada al girarse un poco.

-No, ese es el que yo te puse. ¿Cuál es el verdadero? –inquietante, vio al conejo voltear un poco el rostro.

-Yuri –volvió a responder- Como las flores de la corona –agregó. Se apoyó en las manos para lograr sentarse en la cama mientras miraba la sábana. Tal vez era una locura hacer esto, pero tenía curiosidad de si la mente de Yuya podría jugar a su favor.

Pero Yuya no hizo más que mirarle sorprendido, inquieto y con dudas. Ni siquiera habló en el momento que se puso de pie y salió de la habitación, dejando a Yuri solo en la cama, ya que su mente comenzaba a llenarse de cosas que no tenían explicación ni origen, pero por otro lado, se sentía engañado, sin saber por qué.

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No fue un capítulo largo ._. pero espero que les haya gustado, y también leído el extra que publiqué antes.
Se les quiere ;D Ojala hayan entendido todo lo que escribí, tengo sueño y de seguro puse algo incoherente como en un capítulo que leí anoche ._. que me dio flojera corregir :v  pero bueno, si algo no entienden me lo preguntan. ♥

5 comentarios:

AmiS dijo...

ya me hice bolita.... pero quiero maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!!!
gracias por actualizar...te amosh!

Anónimo dijo...

Me dio tristeza Yuri sufriendo por los malos tratos de Yuya, cada vez mas interesante y con más cosas por descubrir, me encanta leer este genial fic ^^

Arigatou por este capitulo =)

Yuko "I LOVE JUMP"

Paoo Inoue dijo...

♥ Ya intenté comentar cinco veces!!!!! El maldito internet esta de la p*ta madre ;W; -estoy enojada- muy, muy molesta con Yuya, como se le ocurre gritarle a semejante ternura de conejito?!! Como?!! ._. Me puso muy triste leer como trató a Yuri ._. el no tiene la culpa de nada ;^; ♥bueno quizá :P
ME puso muy contenta leer que Hikaru abraza a Keito *^* awws <3 en realidad me gusta mucho el Hikato ._. no me gusta cuando Hikaru ignora a Keito, el solo quiere cuidar de sus necesidades sexuales :3 y además lo quiere un bueno que Daiki y Kei ya se ven con otros ojos ♥ ;D
Gracias por tu trabajo -w- aunque me hayas puesto de ultimo fui la primera en leer e-é metira xD lo lei en la mañanita, cuando sale el sol (8) ♥
Pao ♥ Tu hija(?)♥

Unknown dijo...

Me mata la curiosidad de saber de donde provienen los "animales" ;A;
Lo de Hikaru con Keito, fue tan "awww" me imagine al tigre todo chibi, que ternurita >n< Y lo del InooDai, por fin Daiki está cediendo e Inoo se está portando bien (Aunque tengo la impresión de que mas que nada le gusta su apariencia humana ewé) quiero 1313 de ese dúo ;A; Ya ok ni :'D♥
Sigue actualizando así, me emociona leer cada capi nuevo >n<♥
Te amodoro *^*

Satommy dijo...

La historia de flashback de Hikaru y Keito realmente te quedó bien ;3;♥
Me gustó mucho como es que esos dos se veían en mi mente en versión chiibi uwu
Lo de Takaki y Chinen me ha dejado más en duda ._. más lo de la corona haha
perooooooooo se me hace tan adorable Chinen que no me la creo X'D♥

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