“¿Me amas?” Sus palabras salieron en susurro cuando sus ojos no dejaban de mirar con admiración a la persona que tenía en frente, siendo envuelto con una cálida sonrisa mientras su delgado cuerpo también lo era con aquellos brazos, tan grandes para su corta edad.

“Claro que sí” Y sin saber lo que aquellas palabras querían decir en realidad, sonrió. Sin dejar de sentirse amado al ser su mente tan inocente en ese instante, o tal vez ingenua.



Se levantó con desgano, apoyando una mano en la cama mientras miraba sus piernas resaltar de las sábanas que las cubrían. Era verano, mañanas calurosas le recibían al despertar, junto aquella sensación de sudor.
Habían sido dos largos años, siguiendo con sus días que tampoco dejaban de serlo. Siendo casi una tortura seguir con vida. Sí no era en su estado despierto, era en sueños.
Aunque parecían ser lindos recuerdos el tiempo los hacía parecer un suplicio.

Recuerdos que prefería olvidar, pero que cada día se le hacía imposible.




-¡Ryutaro! –desde la puerta se escuchó aquel seco sonido al ser golpeada suavemente con los nudillos. No era necesaria una respuesta, sabiendo que lo siguiente sería el sonido de unas llaves, regresando la espalda a la cama e intentar acomodarse- ¿Aún en la cama? Llegarás tarde –miraba el cielo de su habitación mientras el repetitivo sonido de las bolsas llenaba todas sus mañanas- ¿Duermes? –preguntó el recién llegado, dudoso al no escuchar siquiera un ruido, asomándose a la habitación y verle ahí con ojos abiertos, entonces suspiró regresando a la pequeña cocina que conformaba aquel pequeño departamento, pagado gracias a su trabajo- Ven a desayunar, ya debo irme –se asomó nuevamente el tipo de cabello negro, extrañamente ondeado, pero que le daba un toque natural, a sabiendas que no lo era.

-¿Tienes que hacerlo todos los días? –con desgano volvió a sentarse, mirando al tipo mientras un borde del hombro de la camisa que llevaba puesta caía hacia un costado, dejando a la vista su hombro y mucho más que eso al faltar uno que otro botón, notándose un poco una de sus tetillas. No era su intención, pero solo se dio cuenta de lo que hizo cuando el otro movió su manzana de adán al tragar su propia saliva, con la vista fija en aquel rosado botón antes de desaparecer.

La imagen podía parecer tentadora si a aquello se le agregaba aquella mirada tan indiferente y a la vez profunda, ocultando un secreto ya revelado al pelinegro que aún peleaba con su corazón para que dejara de latir de aquella manera tan alocada.

-¡Solo ven! –gritó nervioso, causando una sonrisa en el otro que miró hacia abajo.

-Es tan obvio –susurró, acomodándose la camisa mientras se dirigía a comer en aquella mesita, parte de su hogar- Ya es tarde –el reloj daba las 10:02-

-Oh, vamos. ¡¿No puedes ponerte un pantalón?! –las impresiones que le daba cada mañana lo llevaban casi a la locura, frotándose la frente con la punta de los dedos mientras intentaba no mirar las piernas del chico.

-Que, ¿tendrás una erección solo porque estoy en ropa interior y camisa? –los brazos de Ryutaro se extendieron, evidenciando más lo que decía, dejándose ver más de lo ya mostrado- Y no es como si nunca me hubieses visto con menos –podía ser un sinvergüenza, una de las lecciones de su vida.

-Tenías que tener esa personalidad –se quejó, sabiendo bien que lo decía por lo avergonzado que estaba, sin poder sacarse fácilmente la imagen de Ryutaro en esa facha, mucho menos lo demás- Come antes de irte –tomó sus cosas- Rayos, mis clases comenzarán –corrió a la puerta, luchando al ponerse los zapatos.

-Adiós Kei –se despidió antes de echarse a la boca aquella bola de arroz- ¡Uhm! –miró una carpeta en una de las esquinas de la mesa, estirando la mano para sin mucho esfuerzo alcanzarla- Lo olvidó –esto era motivo para molestarlo, pero no corrió para ir a entregárselo, en verdad no tenía muchos ánimos.

Ahora tendría que llegar tarde a su trabajo para ir a la universidad a dejar aquel trabajo, a sabiendas que su vecino arriesgó horas de sueño para terminarlo.



Al abrir la puerta se topó con una habitual cajita de leche junto al periódico, que bien pudo estar en la rendija del buzón.

-Un día de estos lo tomaré por sorpresa –en un tono coqueto susurró, comenzando a tararear mientras cerraba la puerta y se hacía camino. Tranquilo y bebiendo de su cajita de leche. El transcurso del caminó fue agradable, a pesar de que el despertar temprano no era lo suyo. Nunca sabía lo que podría encontrarse en el camino y eso despertaba su ánimo, comenzando a llenarse de recuerdos de cuando le conoció.

No supo en qué momento ni cómo sucedió, solo podía asegurar que los papeles del informe de Inoo estaban tirados, desordenados y amenazando con irse volando con el viento de verano.

-Uhg…  –una de sus orejas fue envuelta con aquel quejido. Volteó el rostro, solo para encontrarse con unos ojos que poco estuvieron ocultos por los lentes de sol, muy cerca de su vista- ¿Que no miras por donde caminas?  –aparentemente era un estudiante y no estaba demás decir que de baja estatura. Lo sabía por el peso al tenerlo encima y porque una de sus piernas le rozaba la rodilla, pero ese delgado cuerpo no podía engañarlo.

-¿Lo dice quien está sobre el más afectado? –repentinamente sintió dolor en su cabeza, tal vez el encontrarse con aquella mirada inocente y enfadada había sido un impacto demasiado fuerte.

-Sigue siendo tu culpa –reclamó. El de baja estatura intentó levantarse, pero el raspón de su rodilla se lo impidió, regresando a apoyarse en Ryutaro y no en una zona fue favorable, inquietándole.

-¿No eres un fan? –preguntó repentinamente. Ryutaro miró hacia los lados mientras se sentaba con el otro encima, intentando parecer interesante, como un Idol- Alguien podría tomar una foto –intentó burlarse ya que al mirarlo el tono rosado en sus mejillas revelaba su vergüenza.

-¡Eres un—¡ -pero el dolor en su rodilla fue más, intentando levantarse pero Ryutaro se lo impidió.

-Eso no se ve bien… pero primero –y sin aviso alguno se acercó más, asustando el otro que intentó retroceder, cayendo de espalda al piso, fue cuando Ryutaro aprovechó para quitárselo de encima e ir por las hojas regadas.

Boquiabierto el bajito miraba las nubes moverse suavemente por el viento, aturdido porque su mente le había engañado. Miró al tipo que recogía las hojas, acomplejado al no saber el orden que llevaban.
Intentó solo preocuparse de su rodilla, sacando un pañito para limpiarse la herida que desde que impactó con el suelo había comenzado a sangrar. Soltando suspiros de dolor.

-Ya está –Ryutaro regresó la mirada al chico- Ten esto –su reacción fue inconsciente, tomando la carpeta antes de que su cuerpo fuese tomado.

-¡¿Qué haces?! ¡Bájame! –gritó, moviéndose brusco.

-La universidad está cerca. Te trataré bien, solo quédate aquieto –fueron las escuetas palabras del alto.

-¿Tratarme bien? –ahora que le miraba se veía menor, pero con un aire maduro.

-Ni siquiera sabes mi nombre y ya estás pensando cosas –la sonrisa que Ryutaro mostró hizo al chico sonrojarse una vez más- Vaya manera de conocernos, ¿no crees?

-Solo bájame –desvió la mirada, pero a pesar de sus palabras uno de sus brazos rodeó el cuello de Ryutaro, y pensó que no era tan desagradable ser llevado de aquella manera, incluso su pierna herida era tomada de forma que no se moviera, mientras la otra reposaba en el antebrazo, meciéndose con el movimiento.

-Claro –La universidad de Inoo ya estaba a la vista, por suerte todo estaba cerca.

Ayudar a un desconocido no era de extrañarse. Morimoto era de aquel tipo de persona, si podía hacer algo por alguien más lo hacía.
Las voces de los docentes comenzaron a llenar sus oídos, seguido de algunas miradas cuando vieron a dos hombres, uno en los brazos del otro. Ryutaro no le bajó sino hasta llegar a una banca desocupada, bajándole con cuidado de no agitar la pierna herida y agacharse frente a ella.

-Ya regreso. Solo quédate aquí, iré a dejar esto –tomó el informe de las manos del otro y caminó sin esperar palabra alguna.

-¡Pero…! –resopló, haciendo un gesto que se podía denominar como un puchero al no ser tomado en cuenta. Pensó en irse, pero al ponerse de pie cayó sentado nuevamente. Era un cobarde cuando se trataba de alguna herida, siempre lo había sido y esta no sería la ocasión en donde cambiaría.

El camino que el desconocido y –según él- culpable de su herida, se llenaba de estudiantes, bajando la cabeza cuando le quedaban mirando y susurraban cosas que no alcanzaba a escuchar.
Los minutos comenzaban a pasar y su miedo de ser abandonado en aquel lugar comenzaba a invadirlo, sacando su teléfono celular para hacer una llamada, pero en cuanto iba a marcar el muchacho apareció, escondiéndolo.

-Malditas farmacias, tenían que estar tan lejos –llegó quejándose. Dejó la bolsa a un lado del bajito y sacó una botella de desinfectante- Tal vez duela –se notaba interesado en su reacción, pues miró hacia arriba cuando le levantó la pierna. Ryutaro no sabía mucho de moda, pero bien sabía que aquellas zapatillas que el estudiante llevaba eran bastante caras- Ese uniforme de verano te sienta bien –dijo por el pantalón corto que llevaba, pero su intención era distraerlo.

-Deja de—¡Aah! –en un impulso el chico tomó el cabello de Ryutaro con una mano, empuñándola.

-¡Aaah! –se quejó de vuelta Ryutaro, pero por suerte el líquido ya lo había vertido sobre la herida, mirando al bajo y comenzar a sonreír, contagiándole- ¿Ahora puedes soltarme? –primero fue un asentimiento de cabeza antes de relajar los dedos- Cielos, eres como una niña –dijo entre suaves risas, ganándose un gesto de desaprobación, pues el bajito pensó que golpearlo no era una buena opción después de haber tirado de su cabello- Creo que ya está –el chico no dejaba de mirarlo, en cómo se mordía los labios cuando terminaba de poner el parche para proteger la herida.

Su cabello era oscuro y largo, la coleta que llevaba hacía una buena combinación con aquellos anteojos de marco negro, incluso podía ver un piercing en su oreja, aunque uno que otro mechón intentara ocultarlo. Su cuello delgado y aquellos brazos que lo habían tomado.
La penetrante mirada de Ryutaro le sorprendió, poniéndole nervioso.

-¿Tienes celular?

-¿Ah? –aquella pregunta le tomó por sorpresa, sin dejar de mirar a Ryutaro cuando se puso de pie.

-Ya debo irme y quiero saber si estarás bien. No creo que puedas ir muy lejos con el dolor. ¿Tienes quién pueda venir por ti? –Eso había sido como un balde de agua fría, pues por su mente pasó la idea de que Ryutaro estuviese ligando con él- ¿No tienes?

-S—sí –inmediatamente sacó su teléfono celular, haciendo sonreír a Ryutaro.

-¿Tu nombre? –estaba listo para poner su nombre luego de obtener su número, intentando ocultar sus verdaderas intenciones bajo aquella preocupación.

-Chinen Yuri


Continuará…



Bueno D: esto es algo nuevo que me estaba reservando. Lo terminé de escribir hoy. Últimamente he estado rara con el ánimo XD debe ser porque estoy enferma, pero es extraño, es como tristeza, lejos de estar feliz y quizás por eso escribí este capítulo, ya que la historia es de todo menos feliz… para mí xD
Espero que les haya gustado el primer capítulo y si les gusta mucho más :v lo continuaré. Ahora solo vimos a Kei y Yuri. Este fic es corto así que en el otro aparecerán otro más hasta que ya sean los 10.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta genial pero en el momento de la descripcion d algun modo se me aparecio ryosuke (?) amooo a ryutarooooo ~y mas si es ryu para todos y todos para ryu <3 ya solo falta una orgia XD espero la conti con ansias :)
Sombra desu~

Paoo Inoue dijo...

Waaaa, Escribiste a Ryutaro con una personalidad diferente pero igual a la de siempre, lo harás bipolar? ;D un clenchu y a la vez tan asdfasdfg Por DIOS! xD hasta ahora solo han aparecido los pelinegros, ¡Por qué? habrá un capitulo para los castaños? ;P
Si hay orgía no me molesta xD

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