Siento tardar, pero tengo motivo… mi netbook está muriendo. La batería ya murió y quedó inservible, ni siquiera me sirve por unos minutos. Y como ahora solo uso el cable y también está muriendo, con un simple toque deja de darle corriente a la porquería esta… Perdí gran cosa de lo que había escrito y me dio la w*a y aún estoy molestar.
-__- lo siento por tardar pero me enojé tanto que dejé la historia hasta que se me pasara un poco.
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No podía decir “He esperado hacer esto por años” aunque en su mente aquello estaba presente. Si muchas veces vio su pecho desnudo y entre tratos fraternales le abrazó cuando no usaban camisa, tocando aquella piel y sentir la suavidad entre calor y sudor, realmente no esperaba tocarle más allá de eso. Era como un sueño del cual no quería despertar.

Ryutaro era distante, y cada que pasaban los años lo era aún más. Se podía bromear con él pero no era el tipo que se podía mantener abrazado, siquiera mantenerlo sentado sobre las piernas por mucho tiempo, pues parecía aburrirse o sentirse incómodo, por lo cual terminaba alejándose.

Ryutaro solía esperar a que las duchas se desocuparan un poco antes de ingresar, aunque hubiese cubículos. No era él quien se quedaba a hacerle compañía, pues se iba pronto con Daiki. 

Recordó aquella vez en que pensó que ya todos se habían ido y solo quedaba él y Daiki, quienes aprovecharon esa oportunidad para besarse mientras se bañaban. Sus cuerpos no habían tardado en reaccionar y no podía negar que se estaba excitando, pero todo terminó con la imagen de Ryutaro, o más bien con el rostro avergonzado de Ryutaro, que no dejaba de mirarles después de tan impactante encuentro, en como esas mejillas no aguardaron en tomar un tono exaltado. 
No tardó en salir corriendo ni Daiki en comenzar a reír aunque no terminaron de hacer lo que habían comenzado.

Entonces pensó: ¿Qué pasó por su mente? Quería saber qué era lo que Ryutaro pensó al verle desnudo, tocando a Daiki y con notorias erecciones entre las piernas.

-Inoo… -su voz le devolvió a la realidad, en donde no dejaba de besar su cuello, con la camisa ya a un lado, amenazando con caer al piso al colgar del mueble. 

Su respiración se había agitado, seguramente por la ansiedad de ir más lejos. Seduciéndole el temblar de ese cuerpo más joven, que retenía la respiración por segundos, haciendo aquello peor pues cuando  volvía a respirar lo que salía de su boca no eran más que audibles gemidos.

Usó sus manos para acariciar y delinear esa cintura, que parecía ser más delgada desde la última vez en que estuvo sentado sobre sus piernas, abrazándole firme. Le abrazó, tocando su espalda baja y mirando parte de esta cuando sus labios se detuvieron en uno de sus hombros. Esa piel que parecía más pálida de lo normal, no era el mismo tono que solía ver con Daiki.

Ryutaro se mantuvo con la vista en alto, pues el mirar una esquina del departamento parecía ayudarle a mantenerse estable. Cuando Inoo se detuvo en el abrazo, su cuerpo reaccionó sin pensar las consecuencias de ello, abrazando su cuello y desviar la mirada a aquel cabello más oscuro que el propio, bajando más hasta las puntas, las cuales rozaban parte del cuello de su dueño y otras la camisa que llevaba puesta. 
Su respiración tembló en el momento que las manos de Kei descendieron más de lo que pensó, llegando al borde de su pantalón que intentó bajar, pero el cinturón se lo impidió, sin poder ver el entrecejo del mayor al fruncirse.
Cada caricia le hacía estremecer, sin dejar de lado aquel miedo que sentía por Daiki y porque no quería sobrepasar los límites de la amistad con Kei. No podía arrastrarlo a sus problemas, pues ya le causaba muchos ocupando el tiempo que debería dedicarle a su novio. Entonces pudo sacar su voz.

–No… Kei, detente –pero el nombrado parecía no querer soltarle, manteniendo el abrazo mientras luchaba con aquel cinturón, aprovechando de darle roces a ese miembro que aún no despertaba, pero que con sus experiencias lo haría tan rápido como sus manos lo eran ahora al quitar por completo el cinturón y tirarlo a un lado. 

La voz del menor parecía no llegar más allá, en donde su mente le haría detenerse con tal petición.

–Es... espera… -Su voz se quebró al sentir la delicadeza con que Inoo acariciaba su piel.

–Déjame intentarlo –Lo había hecho estremecer, notando como su piel se erizaba frente a sus ojos, que incluso las yemas de sus dedos se deleitaban al tocar.

–Tengo miedo… -en el momento que el menor se mordió los labios Kei pensó que aquello era un pecado. 
Quería hacer caso a sus palabras, pero la tentación era muy grande– Si Daiki se entera… sí se entera –Tomó sus mejillas y levantó su mirada con un suave movimiento. El palpitar de su corazón era tan ruidoso que parecía tenerlo en los oídos. Su cuerpo se sentía al revés y su respiración se calentaba más solo con mirar esos asustados y profundos ojos.

–No lo hará, porque ninguno se lo dirá –supo que sus palabras no calmaron a Ryutaro, pues volvió a morder sus labios.

–No tienes que hacer esto. Inoo, yo no quiero tu lástima –miró el pecho del mayor y le apartó lento, hasta que su mano no pudo seguir empujando.

–No es lástima –volvieron a mirarle con un extraño brillo en los ojos– Solo deja que me aproveche un poco de ti –volvió a probar sus labios, pero esta vez no fue solo un beso apretado, sino un sutil movimiento.

Ryutaro seguía sin moverse, temblando ligeramente y supo que no era correcto obligarle a ir tan lejos, por lo que cortando el beso  le soltó para tomar sus manos.
Tenía que controlarse y no asustarle. 
Comenzó a retroceder, jalando suavemente de las manos del menor para hacerle caminar y alejarse de ese mueble que comenzaba a traerle recuerdos de las tantas veces que tropezó con él entre la oscuridad.

No llegaron a la cama, ni a la ducha ni muchos menos al pequeño sofá. Ryutaro se encontró directamente contra una pared, frunciendo el ceño extrañado. Apoyó las manos pero tuvo la intención de retroceder, quejándose cuando el cuerpo tras el suyo no se lo permitió.

–Espera –susurró gentilmente el mayor. 
Miró hacia abajo, observando como esas delgadas manos desabrochaban su pantalón, estremeciéndose cuando sintió tibios dedos recorrer la piel de sus caderas. Su ropa iba descendiendo– No pienses –volvió a escucharle– solo –le escuchó reír pues Inoo se creyó tonto al pensar en sus siguientes palabras– No pienses que soy yo 

De su boca salió un suspiro, pesado y de sorpresa cuando a sus glúteos se apegó una notable erección y en su miembro un fuerte agarre.
Kei recorrió con una mano su piel, subiendo suavemente por su costado, desviando un poco su camino para pasar los dedos sobre esa tetilla erguida.

–No te haré daño, Ryutaro –susurró y comenzó un suave movimiento en su miembro– Cierra los ojos –obedeció al instante– No pienses que soy yo –volvió  decir, pero el escuchar su voz no ayudaba en eso.

Los suaves movimientos y los constantes susurros lograron que se excitara. Suaves caricias repartidas por su torso, recorriendo su abdomen y su pecho. Había comenzado a jadear suavemente al dejarse llevar, más al sentir esa erección entre sus desnudos glúteos. 
Sus labios, comenzaban a tomar un fuerte tono rojo por ser mordidos cuando algo suave como el algodón recorría su cuello, húmedo y con agradables sonidos pausados.
No supo en qué momento los movimientos se acrecentaron y su cuerpo se retorcía por placeres carnales. Sus erectos pezones aplastados por esa fría pared de concreto. Las caricias se habían detenido, pues la mano del mayor se encontraba en su cadera, obligándole a mantener el contacto de sus cuerpos al jalarle contra él cada que su cadera se balanceaba por más contacto con su mano.

–Ryutaro –susurró excitado– Ryutaro –le llamó nuevamente pero el menor ya no respondía más que con jadeos.
En su mente no estaba Kei, en su mente estaba solo jadeando contra la pared. 

«Kota» El mayor creyó no haber escuchado bien. Y excitado dejó de jalarle contra su erección, llevando los dedos a separar sus glúteos. «Kota» 

–¿Qué? –preguntó al pensar que otra vez había escuchado mal.
Ryutaro se mordió el labio inferior mientras en su mente estaba recreada la imagen del aún dueño de su corazón. Lo estaba disfrutando. La felicidad le inundaba al tener su atención, excitado contra sus glúteos y sin dejar de tocarle. 
Se sentía pronto a correr hasta que los dedos del castaño tocaron aquel lugar, obligándole a retroceder en los recuerdos y con vivas imágenes de él y Daiki sonriendo, para después todas estas acercarse una tras otra e ir hacia él como si las absorbiera, junto a las del día en que intimidaron. Su respiración se agitó y no por estar casi en su orgasmo, sino por el miedo cuando un dedo quiso adentrarse en su interior.

–¡Kota, no! –con voz desgarradora y fuerza volteó obligando al otro a soltarle, cambiando su asustada expresión a una sorprendida cuando los ojos de un ahora desencajado Kei no dejaban de observarle.
Su labio tiritó atemorizado y con un gran nudo en la garganta. Intentó hablar pero sus labios se movieron silenciosamente cuando sus ojos parecían tomar su lugar, dejando caer cristalinas lágrimas, sintiéndose nuevamente sucio al imaginarlo a él tocándole.

–Está bien –En un rápido actuar Inoo le abrazó fuertemente, queriendo sostenerlo antes de que aquel tembloroso cuerpo rompiera en llanto.

-
Daiki sonrió al ver a su novio, llamándole mientras levantaba las manos, pero este no le miró, notando que se veía extraño.
. .
Para cuando volteó en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba en el suelo. El reflejó en el espejo le mostraba su rostro asustado.

–¡Kei, basta! –no estaba seguro cómo había sucedido, solo recordaba estar hablando con el coreógrafo cuando la voz de su amigo llamó su atención al pronunciar su nombre, queriendo mirarle y solo quedar en su mente esa rígida expresión antes de que su vista se posara contra el piso por la brutalidad del golpe.


Daiki le agarró un brazo intentando detenerle, pero el pelinegro parecía tan fuerte que le era difícil controlarle solo.

–Tú lo hiciste –descontrolado Nakajima corrió para sostenerle del otro brazo, tomando también su pecho para alejarle del líder.

–Kei, basta. ¿Qué sucede contigo? –Pero el mayor no miró a su novio a pesar de tenerle al lado.

–Lo sé –Kota le miró con miedo mientras era ayudado por el coreógrafo para ponerse de pie– ¡Y al parecer no te afecta en nada! –intentaron sacarle del lugar mientras daba pasos para impedirlo– Te vas arrepentir. ¡Te vas arrepentir, ¿lo oíste?! –entre tres comenzaron a sacarlo para mantenerlo fuera de la vista de Yabu, pero la ira en su interior no permitía que sus oscuros ojos dejasen de intimidarlo, que por miedo no apartaba la mirada– ¡Haré que lo hagas! –su cuerpo parecía congelado, estático mirando el camino en que el enfurecido pelinegro había desaparecido, mientras otros le preguntaban si se encontraba bien. Voces que se cuestionaban por qué Inoo había actuado así. Otros diciendo que debería ir a la enfermería.

Todo era imperceptible ya que el miedo a que todos se enteraran de la verdad le estaba matando por dentro. Kei ya lo sabía y si su reacción había sido esa la de los demás no sería tan diferente.


No había logrado dormir. Después de acompañar a Ryutaro a su hogar y regresar a la suyo no se molestó en encender las luces tras la notoria oscuridad, sino que caminó entre ella hasta caer pesado en su sofá. Constantes preguntas le asechaban, como también verdades.

«Los sabía» era lo que constantemente se repetía. «Lo sabía y no quise aceptarlo» más el pesar de no haber hecho algo. Cuestionándose en dónde había estado en ese momento para no haber impedido aquello. Por lo que sus pasos ese día no se detuvieron, impaciente por la llegada. 
En su mente se crearon varias escenas con Yabu. Una conversación seria, muy seria. Pero al llegar y verle ahí de pie, sonriendo como si nada hubiese pasado no logró controlarse y por ello ahora tenía a un insistente Daiki queriendo saber el por qué de su reacción. Keito y Yuto se quedaron junto a ellos para impedir otra pelea.

Después de controlar su ira y tomar atención realmente a su alrededor, cuando miró atento esos ojos el fugaz recuerdo del cuello de Ryutaro mientras le mantenía contra la pared le enmudeció. 
Daiki habló con los otros dos diciendo que ya todo estaba mejor, que les dejaran a solas, cerrando la puerta y solo estar ambos en aquella sala. 

–Y bien. ¿Me lo dirás? –Inoo por un segundo pensó que hablaba de Ryutaro, apartando la mirada– Kei, ¿por qué golpeaste a Kota? 

El problema de su pregunta era que no podía dar respuesta. 

2 comentarios:

AmiS dijo...

DIOSES!!!!!........... mierda... mierda.. mierda...
como lo puedes dejar ahi!!?!?!?!??!?
o.o
mas!!

Anónimo dijo...

4wserdtfyguhijmk,l *.* waaaaaaaaa me encantooo

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