El verano nublaba sus mentes, sobre todo cuando en casa el aire acondicionado estaba defectuoso y Hikaru no hacía nada para evitar el calor. Atento a los acosos del tigre, Hikaru vestía una camisa manga corta y un short bien ajustado a su cintura, para que Keito no pudiese quitárselo con facilidad y dejarse llevar por sus juegos. Ahora sólo debía concentrarse en los estudios y pasar los exámenes de la universidad.

A pesar de la soledad en su habitación, escuchaba las risas provenientes de la primera planta. Era fin de semana y todos los habitantes de esa casa se encontraban abajo, intentando contrarrestar el calor con nieves. Incluso algunos solo llevaban puesto un short porque el cubrir sus torsos les sofocaba. Hasta Keito vestía de aquella manera, caminando descalzo por la casa, llevando en una mano un pote de nieve con salsa de fresa encima, meciendo su cola al compás de sus pasos silenciosos. Se detuvo frente a la puerta que le separaba del mayor, planeando cómo podría obligarle a quitarse esa molesta camisa y tirar la nieve sobre su pecho. No era una tarea difícil, pero primero quería estimularle y hacerle ceder a sus deseos. Pero toda idea acabó con un fuerte golpe, entrando sin permiso y asombrándose al ver a Hikaru tendido en el piso, sudando y frunciendo el ceño mientras su respiración era pesada y caliente.



-¡Hikaru! –corrió a socorrerle, y al tocarle notó que el culpable de todo esto no era más que el verano.

-No puedo quedarme –los rápidos pasos que daba le tenían agitado.


-Sí, sí puedes –su mano era halada, obligándole a caminar en una dirección que no quería. La poca iluminación de la escalera y los grandes peldaños le hacían cansarse más- No dejaré que te lleven –al llegar arriba una puerta fue abierta, cegándole por unos segundos pero su mano fue nuevamente halada- Nos esconderemos aquí y no saldremos nunca –era curioso, el niño frente a él insistía en algo que sabía era inevitable.



Un gran baúl fue abierto.



-Ven, entremos –fue invitado, pero dio un paso atrás.



-No, ahí estará muy oscuro –el otro chico chasqueó la lengua y se alejó a pasos rápidos, buscando algo entre todas las cosas que se encontraban en esa gran habitación- lo tengo –regresó rápido- Me lo regaló papá, dijo que sirve para cuando no hay luz –pronto se metió al baúl, esperando a que él también lo hiciera- ¡Rápido! –exclamó teniendo cuidado del volumen de su voz.



-¿Seguro que sirve? –era extraño, a pesar de que sabía lo que era tenía el sentimiento de no conocerlo.



-No lo sé –pero tan pronto como respondió aquello, el niño cerró el baúl, quedando ambos en una absoluta obscuridad.



-Tengo miedo –Su cuerpo se estremeció al no ver nada, intentando acercarse al niño, pero tan pronto como le tocó una incandescente luz cegó sus ojos, cubriéndolos mientras se quejaba.



-¡Sí funciona! –emocionado y apuntando en otra dirección rió. Ahora podía ver sus cuerpos, sus pequeñas manos y cortas piernas. Ropas abrigadoras- Papá dice que se llama linterna, que no necesita fuego para iluminar. Dijo que es mi propia estrella –fascinado por lo que tenía entre las manos no quitó la sonrisa de sus labios, resaltando aquel lunar bajo esas largas pestañas.



-¿Crees que nos encontrarán? –asustadizo y tembloroso se apegó a su cuerpo.



-Si lo hacen no dejaré que te lleven –La pequeña frente del niño se fruncía.



-¿Lo prometes? –no muy seguro quiso aferrarse a esas palabras.



-Lo prometo –pequeños ojos azules con matices grises le miraban fijamente y cada vez más cerca- Lo prometo –volvió a decir el niño antes de depositar un beso sobre sus labios, sonriendo. Y contagiándole con aquel valor también sonrió.



No supo cuánto tiempo estuvieron ahí dentro, solo que terminaron dormidos después de tantas historias y planes que tenían ambos, en las cosas que harían luego de que escaparse y evitar que se separaran. Como vivirían, qué cosas tendrían. Que construirían una casa sobre el árbol más grande que juntos habían encontrado.



La luz nunca se apagó, entonces pensó que el padre de su amigo tenía razón. Aquello era una estrella que les iluminaría entre la oscuridad, dejándole ver sus sonrisas para armarse de valor y no separarles.



Estaba tranquilo, solo escuchaba la respiración del chico que había encontrado la manera de acomodarse sobre él para descansar, sintiendo su pequeña y peluda oreja agitarse de vez en cuando contra su mentón, causándole un poco de cosquillas, como aquella cálida cola enredada en su muñeca para no dejarle ir. Su cuerpo era cálido, le refugiaba del frío. Era mucho mejor que una chimenea. Pero todo aquello acabó cuando sus infantes ojos comenzaron abrirse, adormilados, y aquel cuerpo que antes descansaba sobre el suyo le era arrebatado con facilidad, dejando de sentir el cosquilleo en su mentón y el agradable calor alrededor de su muñeca.



-Que lindos, se quedaron dormidos –las femeninas voces le calmaron, cerrando otra vez los ojos y dejarse tomar por aquellos brazos tan conocidos.



Pero la calma impregnada de nuevo en él fue interrumpida.



-¡No! –el grito le despertó, haciéndole consciente de lo que ocurría y ver a su amigo cada vez más lejos, estirando las manos al querer alcanzarle, causándole un sentimiento de dolor que causó tristeza en su corazón, estirando también las manos para alcanzarle, pero se veía cada vez más lejos. La puerta estaba siendo cerrada- ¡Hikaru!


Entre quejas abrió los ojos. Estaba mareado, pero una briza le refrescaba del sofocante calor de la habitación. Su visión borrosa solo le permitía distinguir movimiento, pero poco a poco fue mejorando, notando que un abanico se agitaba suavemente sobre su rostro, comenzando a distinguir lo demás.

-Al fin despiertas –sus ojos se movieron en dirección a aquella voz, mirando unos rosados labios- no sirve de nada que te encierres a estudiar si vas a desmayarte –su mirada siguió más arriba hasta posarse sobre un peculiar lunar bajo unas largas pestañas- ¿Te sientes mejor? –miró aquel entrecejo fruncido en preocupación.

-Lo estoy –respondió suave.

Curioso, extrañado e inseguro alzó una mano hasta enredar los dedos en aquel oscuro cabello, acariciando incluso una de sus peludas orejas hasta detenerse en la nuca del que le miraba desde arriba, notando aquella extrañeza por sus acciones.

-¿Hikaru? –pero no le permitió hablar más. Sus movimientos fueron lentos y cuidadosos, le había callado en el momento que le obligó a encorvarse y por su cuenta levantar su cabeza de las piernas en que descansaba, deteniéndose hasta sentir la unión con esos cálidos labios, oprimiéndolos mientras cerraba los ojos, recordando aquel momento en su sueño incluso cuando el otro movió los labios sorprendido, correspondiendo mientras intentaba acomodarse para quedar sentado.

El beso perduró hasta volver a escuchar en su mente cómo aquel niño le llamaba hasta que la puerta se cerró. Abriendo los ojos de golpe, alejándose de esos labios. Sorprendido por sus propias acciones, pero más al notar que las mejillas del otro estaban ruborizadas, tal vez avergonzado.

Era la primera vez que le veía hundido en la vergüenza de un beso.

-¿Qué fue eso? –su voz fue temblorosa, y Hikaru fue capaz de notarlo, causando que su piel se erizara gracias a un sentimiento que le insistía en poner nervioso al otro. Sabía que le tomó por sorpresa, incluso él se sorprendió por lo que hizo, pero no sabía que a Keito aquello le había avergonzado porque le pareció lindo, comenzando a sonrojarse más y hundir la mirada entre sus propias piernas por no poder controlar el calor en sus mejillas.

-Keito, Daiki quiere que hablemos -Pero ninguno de los dos se esperaba la intromisión del conejo, que sin entender lo  que sucedía solo se quedó ahí de pie, mirando y esperando al tigre.

-Ya voy -Inseguro se levantó, resbalando su mano en el borde de la cama de una manera torpe que rápidamente intentó arreglar, apartando la mirada del humano antes de caminar en dirección a la puerta.

Era una situación de la que quería escapar, porque Hikaru nunca había hecho algo para avergonzarle, sintiéndose desesperado y ansioso por cerrar la puerta.

-¡Espera! –gritó Hikaru al intentar levantarse, tropezándose con sus propios pies luego de verle irse.

Afuera hubo un profundo silencio. El conejo le quedó mirando después de escuchar el grito dentro de la habitación.

-¿Estás bien? -preguntó al tigre, pues este parecía no estar ahí. Y con una mirada fija en el piso, se alejó hacia la escalera.

1 comentarios:

Paoo Inoue dijo...

Primera?!!!!!!! *_*


LO BESÓ! OMG! Ahora Hikaru también sabe o presiente lo que pasó ;w; eso me pone feliz <3
Disculpa por no haber comentado antes <3 no entendí el final :/) Hikaru es tan farol, digo Keito, parece sensual y ataca, pero no es más que un gatito~ Deni, quiero lemon de todos! xD
Quiero mas Hikato y My Pet!

Gracias por escribir

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