Delirio #1

Ryutaro

La boda fue adelantada.

Ella era linda. Su largo vestido blanco lucía perfecto con su piel y los adornos de su cabello. En la iglesia no dejaba de admirar su belleza, ni cómo esas manos acariciaron suavemente su cuello antes de que unieran los labios. Esa argolla en su dedo relucía deslumbrante, tanto que ni las ovaciones la opacaban.

Su propia presencia fue silenciosa y oscura como una sombra. No sabía exactamente lo que sentía, solo que algo dolía en su pecho, ensombreciendo su mirada cuando les vio caminar de vuelta a la salida de la iglesia. En ningún momento su amo volteó a mirarle.

Y en la fiesta fue la última vez que le vio, siquiera recibió una despedida o un «espera por mí».

La luna de miel parecía no terminar, un mes en el que estuvo acomodando la habitación de los recién casados. Mirando repetidas veces la cama matrimonial y encargarse del pequeño jardín que rodeaba la habitación.

Había órdenes claras de que las flores fuera de la ventana no debían marchitarse por nada del mundo.

Aquellos días sintió algo crecer en su interior.

No había noticias de su amo.

Cuando le vio regresar sus ojos se iluminaron de una manera, pero aun así él no le miró. Lo único que recibió fue el reluciente brillar de sus zapatos al inclinarse cuando le saludó. Incluso en el reflejo él seguía mirándola a ella.

Los días pasaban, ellos vivían felizmente su vida en la otra casa, en cambio él tenía prohibido acercarse. Ya no era ni sería más su sirviente.

-Hola –una suave voz le desconcentró de su trabajo, dejando las tijeras de podar cerradas antes de levantar la mirada. Le fue difícil ver cuando el sol golpeó fuerte sus ojos, levantando una mano para darse un poco de sombra y aún entre sombras ella lucía hermosa.

-Mi señora –Se levantó rápido para inclinarse en un saludo.

-No, no. No tienes que levantarte –sintió su suave toque en su hombro y levantó la cabeza. No era capaz de sonreír como ella lo hacía- Has dejado el jardín muy bonito –amablemente miró alrededor. Tal vez la hubiese admirado más si aquella voz no muy lejos le estuviera llamando.

Su amo se acercaba. Se veía preocupado pues sus pasos eran rápidos.

-No debes estar aquí –le dijo a ella.

Se sintió incómodo.

-¿Por qué? El jardín es agradable –ella luchó por quedarse un poco más.

-Sabes que el doctor dijo que guardaras reposo –solo podía ver la escena en total silencio. Incluso podía notar como la piel de su amo se perlaba no tan solo por el calor.

Su lengua se movió al saborearse. Era sabroso probar su piel.

-Pero solo será un momento, al bebé no le sucederá nada –en ese momento el ambiente pareció congelarse, o solo fue ella quien no sintió la fuerte tensión.

Su amo se veía más nervioso.

-Felicitaciones –a pesar de tener los guantes de jardín aquel sirviente hizo una elegante inclinación, mostrando devoción ante sus amos.

-Ryutaro –su cuerpo tembló al escuchar su nombre.

-¿Sí, mi Amo? –Habló en un tono ronco y profundo, haciéndole sentir que aquella palabra iba más allá de lo normal.

-Retírate –su voz se escuchó cansada. No esperó otra orden antes de tomar sus herramientas y alejarse de ellos.

La tijera era fuertemente apretada. Deseaba enterrarla en aquel vientre.